Ingrid (Serie Cúpula Mágica)

Luis Ángel
3 min readMay 27, 2021

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Aquí estoy de nuevo, midiendo el recuerdo inexorable de tu perfil que en mi mente se proyecta con fuerza.

Ya no te recuerdo bien, ni siquiera tu nombre. Recuerdo, si acaso, cómo caía tu pelo castaño y lacio sobre tus hombros y brillaban con la luz, también recuerdo el enrojecimiento frecuente de tus mejillas, tu gusto por la ropa negra y la excelencia con la que todo hacías.

Eres (o eras, no lo sé), de esas mujeres que se graban en el alma de quien les preste la mínima atención. Un aire repelente, tal vez tímido, se solía oler siempre donde estabas. Era un mocoso cuando me conociste. Dudo que siquiera tengas un ápice de mí en tu memoria, y aún más con todo lo que he cambiado con el tiempo.

Si me propongo a recordarte una imagen curiosa emerge de mi mente: te imagino sentada en un pupitre, con la cabeza apoyada en una mano mientras que la otra escribe algo en un cuaderno negro, una delicada sonrisa acompaña a tus ojos negros serenos y ensimismados en el trabajo, y paulatinamente la luz del sol vespertino resalta tus finas expresiones. Vi una cosa curiosa sin duda, pues nunca te vi a tan corta distancia y menos con tanto detalle, pero bien podría darte la certeza de que sé diferenciar tu pupila negra de tu iris oscura.

Quisiera volver a verte, siempre pienso en ello, en ti. Ingrid (así te llamaré), mi amor, ¿Qué poema podría escribirte para desentrañar este nudo marino que dentro de mi pecho dejaste? Desde mocoso romanticé el amor de familia y contigo persiste el imaginario recuerdo de nuestra casa de campo, colindante a una parcela linda y floreada donde salíamos a pasear por las tardes de buen clima; tú, con tu siempre bello vestido blanco; yo, con un gracioso traje de licenciado en rememoración de buenos recuerdos; y ambos, conectados por cuatro pequeñas manitas, que de nuestros hijos serían y que, afortunadamente, tomarían el ingenio y la belleza de su madre.

Tienes (o tenías) unos ojos horriblemente dulces y una piel tan suave que era tentación y blanco perfecto de amorosos besos y abrazos (o al menos así en mis sueños, o al menos así en mis sueños).

Ahora, el recién nacido campo se convirtió en un taciturno y muerto páramo donde reina el silencio por sobre todo; nuestros hijos, ya tristes y como hechos de humo, desaparecieron; La luna (es la que más me entristece) se mantiene en un cuarto menguante constante acechando la hora en que se apague el sol para poder ocultar sus dos caras, pues no quiere que nadie la vea llorar. Triste y despechada, luna abandonada.

Todo esto se vivió en mi cúpula mágica, lugar sagrado (o blasfemo) donde vives y vivo, enorme cúpula donde los recuerdos pasajeros, duraderos o imaginarios se rozan y convergen de una forma salvajemente sutil, paraíso dominado por mis anhelos y emociones entre los que te hayas tú, y donde intento encarecidamente medir el recuerdo inexorable de tu perfil, que mi mente proyecta con una extraordinaria fuerza.

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Luis Ángel

Escritor ojiverde amante de mi amorcito. ¡Mucho gusto!