Carta de amor

Luis Ángel
3 min readAug 3, 2021

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¡Qué difícil comenzar una carta!

Escribo con una ligera sensación de amargura, no te miento, me siento como un hueso de durazno chupado hasta el cansancio cuando de amor se trata. Quién diría, son ciertas aquellas amenazas sobre el amor joven. Voraz, idílico, supersticioso y adictivo. Quién diría que cambiar de musa es tan natural como el ocaso y rápido como la vida.

Este chasquido de genialidad que desprenden tus curvas y risas me hacen feliz. Yo sé, hombre, yo sé que la sonrisa, los ojos, las manos o el pelo son recursos quemados hasta el cansancio por poetas cansados de intentar descubrir por qué diablos vomitan mariposas por los ojos. Pero, qué cosa más encantadora. No es necesario hondar en cualquier otra cosa pues estas cuatro antes mencionadas son lanzas comunes que penetran el alma de una forma exquisita y sublime.

Dicho esto, pues, me quiero dar a la tarea de nombrarte como ente. Tú nombre, digamos que es como una gota en el mar, como un trocito-de-cielo-pedacito-de-nube. Digamos que tu nombre es delicia, que es la miel que cualquiera necesitaría (y qué mejor, extraída de tus labios). Digamos, pues, que tu nombre no existe porque no hay forma de describirlo. Ahora, ¿cómo iba? Tu cuerpo, ¿de dónde empieza? Desde el aire que amontonas, desde donde las partículas de lo bello se comprimen y convergen en piel, caderas, dientes, cabello, olor, sabor; todo lo palpable. Supongamos que tu cuerpo no empieza ni termina, que es como una esfera lisa y brillante con dotes altamente hipnotizantes. Dicho eso, tu cuerpo tampoco existe, ¿sorpresa? No tanta. Ahora, veamos, tu alma, tu ser, tu esencia, tu pequeña chispa de big bang. Describir esto es de lo más complicado porque, ¿cómo describo algo que no huelo, siento, veo, ni nada? Pues bien, voy a imaginar con sabores: tú, bella de esencia consistente, picante, divertida y a veces terriblemente tierna sin quererlo (Es mi parte favorita; la alquimia de tus esencias me hace feliz), si bien es cierto que ni con todo mi ingenio puedo describir algo tan magno como tu alma, también cabe aclarar que tampoco existe; no hay almas picantes, ni dulces, ni amargas, ni agrias.

Por tanto y haciendo síntesis, tú, tu cuerpo, tu nombre y tu alma no existen porque es imposible que alguien me enamore tanto como tú a mí. Nada más que eso, nadie me gana, ¿entiendes? Esta carta de amor tampoco existe porque de mi pena nacen caricias que buscan religiosamente las tuyas y, ¿cómo así va a ser que ceda mis manos, mis pies, mis ojos y mi corazón a una persona tan tierna, divertida, bella, bella e increíblemente bella?

Aunque todo lo mío, todo lo antes mencionado, me temo que ya tampoco existe, porque te lo entregué desde el primer poema, desde el primer punto de quiebre de tus ojos viendo los míos, desde el primer dolor centinela propio del amor.

Por eso mi proposición: dejemos de existir juntos o, mejor dicho, existamos para estar juntos, porque creo que así hay una ligera posibilidad de vivir, ¿te parece?

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Luis Ángel

Escritor ojiverde amante de mi amorcito. ¡Mucho gusto!